–No hay más que dos legados: el de las ilusiones y el de los desengaños, y ambos sólo se encuentran donde nos encontramos hace poco: en el templo. De seguro que te llevó allá o una gran ilusión o un gran desengaño.
–Las dos cosas.
–Sí, las dos cosas, sí. Porque la ilusión, la esperanza, engendra el desengaño, el recuerdo, y el desengaño, el recuerdo, engendra a su vez la ilusión, la esperanza. La ciencia es realidad, es presente, querido Augusto, y yo no puedo vivir ya de nada presente. Desde que mi pobre Apolodoro, mi víctima –y al decir esto le lloraba la voz–, murió, es decir, se mató, no hay ya presente posible, no hay ciencia ni realidad que valgan para mí; no puedo vivir sino recordándole o esperándole. Y he ido a parar a ese hogar de todas las ilusiones y todos los desengaños: ¡a la iglesia!
–¿De modo es que ahora cree usted?
–¡Qué sé yo...!
–Pero ¿no cree usted?
–No sé si creo o no creo; sé que rezo. Y no sé bien lo que rezo.
1 comentario:
Increíble! encontramos ya más de un tema en común, yo he sido fan incondicional de Cortázar durante muchos años, leí todo lo que tiene y releí todos sus cuentos, ahora sigo siéndolo pero más desde la distancia
Un abrazo,
Umami Madrid
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