Más que en el "amor eterno", yo creo en una suerte de "admiración eterna" que no sólo no pasa, sino que se incrementa con los años.
"Esa sonrisa que tenía... ¡Qué cartel luminoso!... Imagínate, entraba la gente y pum, se encontraba con esa pintura..."
Escena de "El hijo de la novia" (2000) de Juan José Campanella
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